Mi artículo publicado en El País.
En la última década México ha sido la gran esperanza de los países emergentes, pero sistemáticamente ha incumplido las expectativas. Esta semana he estado en México DF y noto pesimismo sobre las perspectivas futuras, a pesar de que el PIB crece al 2,5%.
En el último año México ha sufrido la perturbación negativa del desplome del precio del petróleo y la intensa fuga de capitales que ha afectado a todo América Latina y que ha depreciado el peso un 30% frente el dólar. Una década atrás, una depreciación tan intensa habría quebrado buena parte del sistema bancario y habría disparado los tipos de interés provocando un frenazo en seco y una depresión.
Hoy el sistema bancario mexicano es de los pocos que ya cumple Basilea III, con unos ratios de solvencia y de liquidez envidiables vistos desde Europa y la morosidad apenas está aumentando. La tasa de inflación está próxima al 2% y toda la depreciación se ha traducido en un abaratamiento de los salarios relativos en dólares a mínimos de las dos últimas décadas.
2016 será un año complicado. La caída del precio del crudo reducirá los ingresos públicos y serán necesarios ajustes, sobre todo en las regiones que han visto disminuir significativamente las transferencias desde el gobierno federal. Y la inestabilidad financiera de la región seguramente les seguirá afectando negativamente.
Pero los manuales de economía nos enseñan que la depreciación del tipo de cambio, si no genera inestabilidad financiera, tiene efectos expansivos sobre la actividad y el empleo. Cuando el comercio mundial se recupere, México empezará a crecer. Pero para converger en renta con los países desarrollados y reducir la pobreza y la desigualdad no vale cualquier crecimiento. En España también lo estamos padeciendo desde 2012. Si aumentan las pernoctaciones en hoteles de cinco estrellas y en pensiones de una estrella el PIB crece por igual. Pero el número de empleos y sobre todo los salarios y el nivel de vida no es igual en ambos casos.
México deberá aprovechar la reciente firma del Tratado de Libre Comercio del Pacífico y el peso infravalorado para diversificar su cartera de exportación a la zona del mundo que más crece. Y también cuando firme el Tratado que negocia con Europa. Pero, sobre todo, México debe ir incorporando a su cartera de exportación bienes y servicios con más complejidad que permitan aumentar su productividad, sus salarios y reducir la pobreza.
El gran reto es la educación. Hay que empezar desde pequeñitos a enseñar a los niños valores democráticos, inglés y a adaptarse a la revolución tecnológica que vivimos. Hay que seguir mejorando las infraestructuras y combatiendo la informalidad para aumentar salarios e ingresos públicos. México debe mejorar su seguridad jurídica y el entorno para hacer negocios. La violencia limita el desarrollo, pero un crecimiento económico sólido ayudará a acabar con ella.
Aún sigue habiendo niebla en el horizonte, pero cuando levante México volverá a crecer. No obstante, hay muchas cosas por hacer. El gobierno debe liderar el proceso pero la clave del éxito será la inversión privada. Que la fuerza les acompañe.