Como tantas veces ha repetido este economista observador el diagnóstico es determinante en una crisis de deuda. Y luego una actuación rápida y contundente. Ya tenemos nuevo gobierno en Grecia, pero los problemas económicos siguen siendo los mismos. El debate se centra sobre la deuda que claramente es impagable y habrá que reestructurar. Este economista observador lleva defendiendo una reestructuración de la deuda desde 2011, ya que la que se hizo fue claramente insuficiente.
Como ha dicho la Comisión, nadie apoya una quita en Grecia por lo que Syriza tendrá que incumplir una promesa de su programa o hacer uso de su soberanía nacional y salir del euro. Ayer Varoufakis salió de Grecia y tuvo un baño de realidad en París. “Grecia debe presentar un plan urgente y calmante, y llegar a un acuerdo con sus socios.” Francia es de lo más razonable en Europa. A partir de ahora las visitas serán más duras aún.
El ministro griego comenzó a asumir que no habrá quita y a hablar de vincular el pago de intereses al crecimiento económico. Es una medida con mucho sentido y anticíclica que evitará a Grecia hacer recortes de gasto cuando el PIB y los ingresos fiscales caigan. Pero que no permitirá hacer estímulo fiscal cuando el PIB y los ingresos crezcan ya que habrá que pagar intereses mayores. En esencia, Grecia está proponiendo la regla de estabilidad presupuestaria que los socialdemócratas suecos implantaron en 1934 y que los socialistas españoles introdujeron en la Constitución en 2011 y a la que algunos culpan de todos nuestros males.
La duda para el acreedor que tiene que aceptar esos nuevos bonos es ¿cuánto va a crecer Grecia? En función de ese crecimiento podrán calcular la quita encubierta al final del periodo que los griegos devuelvan la deuda. Y aquí es donde Syriza tiene un grave error de diagnóstico y una relato falso de las causas de la crisis.
En el gráfico posterior, con datos homogéneos del FMI, tenemos el comportamiento de las exportaciones de los cuatro países periféricos desde 1980. Algunos nostálgicos quieren volver a los ochenta. Pero en los ochenta no había internet y China e India tenían un peso marginal en las exportaciones mundiales. Hoy los países emergentes explican el 40% de las exportaciones mundiales.
En el gráfico se observa como España y Portugal han multiplicado casi por 10 veces sus exportaciones de bienes desde 1980, principalmente industriales. Italia 4 veces y Grecia sólo las ha doblado. Además, si observamos la pendiente de recuperación de las exportaciones desde 2009 se observa que España y Portugal tienen mayor competitividad que Italia y sobre todo que Grecia. El país heleno está desubicado y sin rumbo en este mundo global y de revolución digital.
El problema de Grecia es la baja productividad de sus empresas. Y la productividad, como explicaré en mi nuevo libro, determina la renta por habitante a largo plazo y por lo tanto los salarios y el estado de bienestar que un país se puede permitir. Grecia necesita un Ulises que los lleve a Ítaca, pero ni Papandreu, ni Samaras, ni Tsipras saben a dónde se dirigen. La subida del salario mínimo en Grecia la pasada semana confirma que Syriza propone que Grecia siga sin rumbo en el mundo global. Por lo tanto, hagamos una revolución para que no cambie nada. Sin duda, proponer subir salario mínimo te ayuda a ganar elecciones y tendrá un efecto placebo para la sociedad griega a corto plazo. Pero sin darse cuenta de que se están condenando a seguir empobreciéndose en el futuro.
La productividad por hora trabajada en Grecia es la mitad que en España y no hace falta hacer un doctorado en economía para entender que Grecia no puede permitirse tener el lujo de tener el mismo salario mínimo que nosotros. La productividad griega es similar a la portuguesa, pero Portugal tiene un salario mínimo un 25% inferior a Grecia. Polonia y Chequia se acercan a la productividad griega y sus salarios mínimos son la mitad.
Si se aprueba la subida de salario mínimo en Grecia sus exportaciones caerán ya que será más barato comprar bienes polacos, checos o turcos que además ha depreciado con fuerza la Lira en el último año y converge a toda velocidad en productividad con Grecia. Estos tres países tienen más pobreza, más emigración, menos sanidad y menos prestaciones sociales que los griegos.
La voluntad política es determinante para el desarrollo económico. Pero la táctica política sin una buena estrategia es el camino más rápido hacia el fracaso de una nación. Toca hacer planes para cambiar las instituciones griegas y adaptarlas a un mundo diferente y más competitivo. Toca aprovechar mejor el capital físico y humano para aumentar la productividad. Y cuando consigas ambos objetivos, podrás subir los salarios gradualmente y mejorar el estado de bienestar.
El plan de Syriza es el mismo que el de Nueva Democracia en 2007. Subamos artificialmente el nivel de vida de los griegos, aumentemos el gasto social con deuda pública, aumentemos nuestro endeudamiento con el exterior y luego volvamos a impagar la deuda externa con el argumento de que no hay otra posibilidad. Sí hay otra posibilidad: la que hizo Suecia en 1991 o Corea en 1998 tras sus graves crisis de deuda.
Fuera del euro. La devaluación corrige el problema de competitividad a costa de empobrecer aún más a los griegos y de generar más paro y más pobreza a corto plazo. Luego tendrían la oportunidad de recuperar el terreno perdido como hemos hecho los portugueses y los españoles desde 1980. Pero para aprovechar esa oportunidad tendrían que hacer las mismas cosas que dentro del euro.
Grecia ya hizo una quita de deuda del 50% de su PIB en 2011 y la Tragedia griega continúa. El nuevo Gobierno empieza cometiendo los mismos errores que sus antecesores antes de la crisis. Tsipras tiene que rectificar la subida de su salario mínimo, pero no porque esté en el euro, si no porque está en el mundo. Fuera del euro tampoco debería subirlo. Si no lo hace la posibilidad de salida del euro será muy elevada.