Mi artículo publicado ayer en El País.
El concepto de frenazo brusco fue desarrollado por Guillermo Calvo, catedrático de la Universidad de Columbia, para analizar las crisis financieras en países emergentes. Fue lo que se produjo en América Latina y Asia en los años noventa y se está produciendo en la actualidad en Rusia y en Venezuela. El país tiene desequilibrios y problemas para financiar su deuda externa, algún evento provoca una fuga de capitales, una crisis bancaria, la economía colapsa y sufre una profunda depresión.
Fue lo que sucedió en la economía mundial en 2008 tras la quiebra de Lehman y es lo que está volviendo a suceder en Grecia. Syriza ganó las elecciones el 25 de enero y en febrero la apelación de bancos griegos al BCE, que mide la fuga de capitales y de depósitos, ha sido del 9% del PIB. Esto es equivalente al tequilazo mexicano en 1994. La fuga de capitales comenzó en diciembre cuando se anticiparon elecciones y comenzó el temor a la victoria de Syriza y su programa económico.
En el programa estaba la auditoría de deuda ilegitima que incluye el capital público inyectado en los bancos. Sin ese capital los bancos quebrarían y sólo esta medida justifica una fuga de depósitos. A esto tenemos que sumar la tensión generada en las negociaciones con los socios europeos. Hoy un 60% de los griegos teme que Grecia pueda salir del euro, lo cual quebraría el sistema bancario y también justifica la fuga de depósitos.
La gran lección de la crisis de Lehman y de los frenazos bruscos es que no hay nada más real que el dinero. Detrás del tsunami financiero viene el destrozo de la economía real, desempleo y pobreza. Los datos de enero de 2015 en Grecia superan cualquier previsión pesimista. Los ingresos fiscales, gran indicador cíclico, se desplomaron un 18% anual. La producción industrial un 16% y las exportaciones un 20%. La demanda del resto de países europeos ha mejorado. Por lo tanto, el desplome de las exportaciones es por un colapso del crédito que impide a las empresas griegas comprar bienes intermedios para atender sus pedidos. La fuga de capitales continúa en marzo y el acuerdo con los socios europeos para normalizar el acceso al BCE sigue sin concretarse. Incluso con un buen acuerdo, la depresión se ha reactivado y el desempleo y la pobreza en Grecia aumentarán.
En el cierre de campaña de Syriza, Pablo Iglesias junto a Alexis Tsipras dijo: “el cambio empieza en Grecia.” Pero el cambio ha ido a peor y todo es susceptible de empeorar. En España, tras las elecciones andaluzas, el riesgo de Podemos replicando aquí las mismas propuestas que Syriza ha disminuido significativamente. Todo parece indicar que los españoles seguirán el consejo del filósofo Eugenio D’Ors: “los experimentos en ciencias sociales con gaseosa.”
La clave ahora es complementar la caída del precio del petróleo, del euro y de la prima de riesgo con planes para proteger las graves cicatrices sociales generadas por la crisis y que tardarán en cerrarse. También hay que diseñar un plan de largo plazo que apueste por: la educación, innovación y el capital humano. Y el plan tiene que ser público para involucrar en el futuro al sector privado. Si fuera un problema exclusivamente privado ya estaría resuelto.