Mi artículo publicado en El País.
En 2012 Mario Draghi evitó que España saliera del euro y provocase otra Gran Depresión mundial. Con 13 palabras y sin comprar ni un solo bono consiguió revertir una grave crisis financiera. En el año 2014 consiguió cruzar el rubicón y compró deuda pública, algo que era tabú en 2011 cuando el italiano asumía la presidencia del BCE. En 2015 subió la dosis al enfermo. En 2016 ha puesto el piloto automático. Francia, una economía supuestamente enferma, con un Gobierno de izquierdas y sin reforma laboral creció en el primer trimestre lo mismo que España.
El crecimiento es sistémico y el mérito es de Draghi y sus colegas del banco central. Han depreciado el euro, han bajado los tipos de interés efectivos de empresas y familias y cualquiera que haya estudiado un libro de introducción a la economía sabe que eso aumenta el PIB y el empleo.
Pero Europa no ha salido de la crisis. Tras la política monetaria más expansiva de la historia, la inflación subyacente europea sigue por debajo del 1%, lejos del 2% compatible con el pleno empleo. La tasa de paro sigue en el 10%, el doble que en EE UU, y el 20% para los menores de 25 años. Los jóvenes europeos están asustados por un futuro incierto que ven con pesimismo y eso se traduce en fragmentación política, ingobernabilidad y, más preocupante, xenofobia.
La M1, el dinero más líquido, crece el 10%, la M3 crece 5% y el crédito crece un 1%. El canal de transmisión de la política monetaria no funciona. Draghi es el responsable de la supervisión y lamentablemente ha continuado los vicios de los bancos centrales nacionales. Italia va a hacer un banco malo sin meter capital, por lo que no habrá saneamiento. Grecia y Portugal siguen metiendo dinero público a los bancos. España aflora ahora pérdidas inmobiliarias y fuerza a los bancos a ampliar capital.
El banco malo Sareb aflora pérdidas tres años después del rescate de 2012 y lo pagaremos los contribuyentes. La banca alemana y francesa también aflora pérdidas ocultas y grita desesperadamente para que el BCE no suba las exigencias de capital.
Richard Koo estudió la crisis japonesa y llegó a la conclusión que el problema fue negar la realidad y retrasar el saneamiento bancario tras el pinchazo de la burbuja. Japón entró en deflación y estancamiento secular y sus familias y empresas cogieron fobia a endeudarse.
Europa tiene la misma patología, por eso, a pesar de que el BCE mete mucho dinero en circulación, el crédito no crece y la menor inversión ha bajado el potencial de crecimiento.
Es necesario reconocer las deudas que no se podrán pagar, sanear el sistema bancario, mutualizar deuda con eurobonos, planes de inversión pública europeos especialmente en países con elevado paro y deuda pública, que Alemania y Holanda reduzcan su superávit exterior crónico, que en los países en consolidación presupuestaria como España la inversión no compute en el cumplimiento del déficit excesivo, etcétera.
De lo contrario seguirá el crecimiento débil y las presiones deflacionistas como sucede en Japón. Sayonara.