Con las Bolsas en caída libre la expectación sobre el consejo del BCE era máxima. Mario Draghi mantuvo los tipos y recordó el acierto de prorrogar en diciembre el programa de compras de deuda hasta 2017. Pero el relato de Draghi es realista y reconoce los límites de la política monetaria tras una crisis de deuda con trampa de la liquidez como ya la definió Keynes.
El consejo se comprometió a recuperar el tamaño del balance de 2012 para neutralizar el riesgo de deflación y conseguir su objetivo del 2% de inflación. Han aumentado el balance 500.000 millones en 2015 y están a 200.000 millones de cumplir su compromiso. La prioridad era consolidar la estabilidad financiera y disipar el temor a que se rompa el euro y lo han conseguido parcialmente. La probabilidad de ruptura del euro está en mínimos pero las Bolsas se han visto afectadas por la crisis mundial. Especialmente los bancos europeos que acumulan una intensa caída y cotizan próximos a los mínimos de 2009 tras la quiebra de Lehman Brothers. El crédito ha dejado de caer en la eurozona pero sigue estancado. El euro se ha depreciado con fuerza pero el frenazo del comercio mundial mantiene las exportaciones europeas prácticamente átonas. El consumo interno sigue siendo muy débil.
La mezcla de todo se refleja en los precios de los servicios, no comercializables con el exterior y donde más influencia tiene la política monetaria, crecen próximos al 1% y lejos del objetivo del 2%. El BCE estimó que sus compras de deuda aumentarían la inflación en ocho décimas y el propio Draghi reconoce que no lo han conseguido. Además el exceso de capacidad instalada mundial y las devaluaciones del yuan chino han provocado bajadas de precios industriales mundiales del 6% anual y la eurozona importa deflación.
Esto justifica medidas adicionales y el BCE admite que en su próxima reunión de marzo con el nuevo escenario de previsiones decidirán si amplían las medidas de estímulo monetario. Pero Draghi es de la escuela del MIT en EE UU, con gran tradición keynesiana, y es consciente de los límites de la política monetaria en esta situación. Por eso, con la fineza italiana que le caracteriza, ha introducido sutilmente en el comunicado la necesidad de estímulos fiscales para reducir la tasa de paro de la eurozona y sacar a la economía del estancamiento secular en el que se encuentra.
El BCE se une a la Comisión Europea pidiendo planes de inversión pública, conscientes de que la inversión privada tardará en normalizarse. El problema está en el Consejo controlado por el PP europeo. A España le permitiría crecer y crear empleo vía exportaciones y reducir nuestra deuda externa, nuestra principal vulnerabilidad. Rajoy dice tener la agenda muy libre y podría dedicarse a convencer a sus socios de partido europeo. Pero, como siempre, espera que sean otros los que resuelvan sus problemas. Si no se aprueban esos planes nuestro crecimiento y creación de empleo serán muy inferiores en 2016 y sin las compras de deuda del BCE estaríamos de nuevo en recesión.