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El gasto público supone en España el 42% del PIB, ratio que se obtiene de dividir el total de gasto del estado por el total de PIB. Pero casi la mitad de ese gasto son rentas como pensiones o prestaciones por desempleo que luego se convierten en consumo e inversión.
El PIB es producción de bienes y servicios y el estado produce directamente sanidad, educación, seguridad, defensa, mantenimiento de carreteras, vigilancia de montes, gestión de los cauces de los ríos, etcétera. Esto es lo que se denomina consumo público y supone un 20% del PIB.En el gráfico este economista observador ha dibujado el crecimiento del PIB y del consumo público. He usado variables nominales para ver bien el efecto de la burbuja y de la depresión. Se observa que hay una elevada correlación entre el consumo público y el PIB. El gasto público se financia con impuestos que provienen del PIB y de la renta generada. Al ser un 20% del PIB, el gasto del estado es una de las variables que determinan la evolución del PIB.
Se observa como durante la burbuja el gasto fue claramente procícilico y creció parejo al crecimiento del PIB. Desde 2004 el estado registró superávit fiscal pero por el fuerte crecimiento de los ingresos, no por la contención del gasto. La mayor parte de bienes y servicios los producen CCAA y ayuntamientos, y unos más que otros. Madrid, Comunidad Valenciana y Cataluña fue donde más creció el consumo público y por eso ahora son las más endeudadas y están rescatadas por la administración central.
En 2008 el gobierno, siguiendo recomendaciones del FMI y de la Comisión Europea, hizo una política fiscal expansiva manteniendo el crecimiento del consumo público. Se puede observar que no fue capaz de evitar la mayor caída del PIB desde la Guerra Civil y una fuerte destrucción de empleo. Por lo tanto, es falso que la austeridad haya sido la causa de la crisis. La causa fue el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la crisis bancaria, la restricción de crédito, la crisis internacional y el hundimiento de nuestras exportaciones en 2008.
En 2010 comenzó la austeridad. El gobierno español se vio forzado a asumir un ajuste fiscal en mayo de 2010, para crear los fondos europeos y apagar el incendio griego. El plan falló, el incendio se propagó por los mercados de toda la periferia y la combinación de fuga de capitales, aumento de primas de riesgo y austeridad provocó una segunda recesión. La recesión fue sistémica y se produjo en todos los países europeos. Por lo tanto, es erróneo achacarla a errores de política económica española.
La austeridad de 2011 fue excesiva y habría sido necesario combinarla con compras de deuda del BCE. Pero lo que fue un auténtico disparate económico fue el austericidio de 2012. Rajoy, Montoro, Guindos y Nadal, como Merkel, estaban convencidos que la austeridad era expansiva y nos sacaría de la crisis. Recordemos aquello de “no se puede gastar lo que uno no tiene.” Esas ideas combinadas con la pésima gestión de la crisis de Bankia, la fuga de capitales que provocó y el ajuste fiscal brutal exigido por la Troika durante el rescate provocaron una recesión de similar intensidad que la generada tras la quiebra de Lehman y la Gran Recesión.
En 2013, Bruselas reconoce su grave error y relaja los objetivos de déficit. Como se observa, el fin de la austeridad pone las bases de la recuperación económica, acompañada de entrada de capitales tras la intervención del BCE en toda la periferia, reducción de las primas de riesgo y desplome de los precios del petróleo y el resto de materias primas. Esto es lo que este economista observador recomendó en su libro Hay Vida Después de la Crisis y la evidencia empírica le ha dado la razón.
Lo sensato, tras el grave error de la austeridad expansiva, era mantener estable el consumo público y aprovechar el fuerte viento de cola en 2014 y 2015 para reducir el déficit primario, estabilizar el crecimiento de la deuda pública y preparar a nuestra querida España para el día que el BCE deje de comprar nuestra deuda pública.
Pero Rajoy, para evitar un desplome electoral, decidió dar por terminada la crisis, se transformó al keynesianismo y, como se puede comprobar en el gráfico, volvió la euforia. Uno de cada tres euros del crecimiento del PIB en 2015 lo explica el aumento del gasto público. Que se hiciera en 2008 con la deuda pública al 37% del PIB tenía justificación. Que se haga en 2015 con la deuda pública al 100% del PIB, su mayor nivel en más de un siglo, es una irresponsabilidad que los españoles no nos merecemos.
Lo más alucinante es que Rajoy criticara a Syriza y a Podemos por sus programas expansivos de gasto público que son los mismos que él ha aplicado en nuestra querida España en 2015. Tras la borrachera siempre llega la resaca. El déficit público cerrará 2015 próximo al 5% del PIB, 10.000 millones de euros por encima de lo previsto en el presupuesto. En 2016 el nuevo gobierno tendrá que ir a Bruselas para negociar no aplicar de nuevo el austericidio que podría provocar una nueva recesión en 2017, justo cuando el BCE es previsible que deje de comprar nuestra deuda.
Al menos los españoles le han retirado el apoyo a Rajoy en las urnas. Si sigue cuatro años más en la Moncloa, quiebra nuestra querida España y la saca del euro.