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Gracias y hasta siempre, Alfredo

Desde que tengo uso de razón conocía al Rubalcaba personaje público. En agosto de 2011 recibí una llamada de Goyo, su persona de confianza, para pasarme con él. Como reconoció Merkel, ese mes el euro estuvo a punto de saltar por los aires. El epicentro del tsunami era Italia, Berlusconi dejó el gobierno el siguiente mes, pero las primas de riesgo de los países periféricos y los bancos europeos en bolsa estaban en llamas.

Era viernes por la mañana y yo estaba en bañador en Moraira con unas espectaculares vistas al peñón de Ifach. Empezó la conversación transversal, como lo hacen las personas brillantes, para crear un ambiente relajado en la conversación posterior. Me contó que le había saltado la alarma de su casa la noche anterior y que él y Pilar no habían pegado ojo.

Y luego entró directo a lo que buscaba de mí, sin rodeos. El día anterior se había aprobado la prohibición de las ventas en corto en bolsa y yo lo había contado en una columna en El País. ¿Prohibiendo las ventas en corto ya se ha acabado esto? Me preguntó. Le dije que ahora sólo faltaba prohibir las ventas en largo. Le expliqué que los inversores temían la ruptura del euro y que huían en manada de España ante el temor que volviéramos a la peseta, devaluáramos un 70% el tipo de cambio y perdieran el 70% de su inversión en bonos y acciones españolas. Y que todo era susceptible de empeorar.

1. Aprendí muchísimo de él. Alfredo tenía un cerebro que iba a la velocidad de la luz

Encajó fríamente, me preguntó cuándo volvía a Madrid y me citó en su despacho de Ferraz el primer día que llegaba a primera hora. Ya sin rodeos como el primer día me dijo que él era un político y que nunca habría llamado a un economista como yo. Pero que su estrategia de campaña era conseguir un crecimiento más justo para reducir el desempleo y la desigualdad generada por la crisis, pero que tras mi conversación tenía que cambiar su estrategia.

Alfredo en la campaña pidió a Bruselas relajar la austeridad, que el BCE bajara los tipos al 0% y que comprara deuda pública española para estabilizar las primas de riesgo para evitar la recesión. Rajoy defendía la austeridad expansiva, como Merkel, y culpaba de todos los problemas al gobierno de Zapatero. Un año después Rajoy asumió las mismas peticiones que Alfredo en el Consejo europeo. Lástima que no lo hiciera en la campaña y nos habríamos ahorrado el rescate, el austericidio y el record histórico de 6 millones de españoles desempleados.

Colaboré mano a mano con él y su equipo en aquella campaña agónica, y luego durante su etapa como líder de la oposición. Aprendí muchísimo de él. Alfredo tenía un cerebro que iba a la velocidad de la luz. Es la persona con más agilidad mental que he conocido. Sumado a su visión global de los problemas, su gran experiencia y su capacidad de síntesis le hacían destacar de la media de la clase política.

Tenía un ironía muy fina. Como me dijo Carmen Chacón, Alfredo era un adicto a la política y estaba activo las 24 horas del día, los siente días de la semana y los doce meses del año. Le ayudé a preparar varios debates de presupuestos y del estado de la nación. Me pasaba el texto, era un perfeccionista extremo, lo revisaba y lo cambiaba mil veces, incluso la noche anterior al debate de madrugada. Luego subía a la tribuna y se sabía el discurso de memoria y relataba magistralmente sin mirar al papel. La genética ha sido muy generosa conmigo y tengo una memoria de elefante. Pero al lado de Alfredo me sentía un pequeño ratón.   

Nacido en el barrio de Salamanca en una familia de clase media alta y educado en el colegio del Pilar con la élite madrileña, Alfredo era socialista hasta las trancas y rezumaba socialdemocracia por todos sus poros. Todos sus adversarios le temían pero le respetaban. Recuerdo que siempre me decía: José Carlos te pasa como a mí: la derecha te respeta por tu rigor y le jode que no seas uno de los suyos. Y siempre me decía que tenía que criticarle para ser creíble. Valoraba mucho mis intervenciones en medios criticando la desastrosa política económica de Rajoy y de la troika y sobre todo mis columnas en El País.

Era un negociador implacable pero cuando te daba su palabra siempre la cumplía, me dijo un diputado del PP que había tenido que negociar muchas veces con él. En el colegio del Pilar era delegado de curso y uno de sus directores me dijo que cuando le veía venir al fondo del pasillo le decía: Alfredo no vengas que me la lías.

 

2. Sus tres políticas prioritarias eran: la educación, la educación y la educación

Cuando hablábamos sobre la estrategia para nuestra querida España en el futuro le obsesionaba aumentar la inversión, la ciencia y la tecnología, el crecimiento y la creación de empleo. Pero el objetivo final era mejorar la vida de los españoles, especialmente de los más necesitados. Recuerdo la legislatura en la que el PP era un rodillo con mayoría absoluta. Los cualitativos le decían que había mucho rechazo a la etapa de gobierno socialista pero le unía una profunda amistad con Zapatero y sufría cuando tenía que negar políticas de un gobierno del que fue vicepresidente.

Alfredo abandonó la política por la puerta giratoria. Llegó al Psoe desde la universidad y volvió a la universidad cuando lo abandonó. Recuerdo largas conversaciones por teléfono con él en su despacho de la facultad explicándome sus batallas con los alumnos y la química inorgánica. La educación era su prioridad. En un curso que dirigí en la Menéndez Pelayo sobre la Socialdemocracia en el siglo XXI le llamé para invitarle y le dejé que eligiera el tema. Eligió hablar de educación: es de lo que yo sé y lo que más me interesa. Recuerdo una de sus frases brillantes diciendo que sus tres políticas prioritarias eran: la educación, la educación y la educación.   

La muerte siempre es injusta pero es muy duro que nos arrebate a Alfredo con 67 años de edad biológica y 40 años de edad psicológica. Pasará a la historia por ser el ministro del interior que acabó con ETA. Yo siempre le recordaré divertido, con su sonrisa pícara, su mirada penetrante y cuando hacía alguno de sus análisis únicos que le permitían marcar la diferencia y te decía lo ves, ¿no? Gracias Alfredo por darnos tanto y por enseñarme tanto. Descansa en paz.

 

blog josé carlos díez