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Hasta siempre, Antonio Lamela

Antonio Lamela

Hoy leo con tristeza la noticia del fallecimiento de Antonio Lamela. Antonio fue uno de los arquitectos más influyentes de España en el siglo XX y este economista observador tuvo la fortuna de conocerle y trabajar en su estudio durante cuatro años. Yo tenía 29 añitos cuando me contrataron como director financiero del Estudio. La gestión ya la llevaba su hijo Carlos, pero Antonio iba cada día allí. Recuerdo que me impactó la primera vez que entré en su despacho: era una mini selva tropical dentro de Madrid, con plantas y humificadores para conservar la humedad necesaria.

Su padre era empresario y recuerdo que me contaba cómo le obligó al acabar la cerrera de arquitectura a hacer un proyecto completo. Le dijo que hay muchas formas de arruinarse y ser un técnico era la más segura. Se asoció con su padre, compró el suelo de un parcela en la calle Segovia (rente al Palacio del Nuncio), consiguió las licencias, hizo el proyecto de arquitectura, contrató a la constructora y vendió las viviendas.

Antonio Lamela fue de los arquitectos que más obra hizo en los años 60

El resto de su vida profesional se dedicó principalmente a la arquitectura, pero aprendió a tener empatía con el cliente que le encargaba el edificio. Ésta fue una de las grandes críticas de sus colegas de profesión, pero he conocido a grandes arquitectos como Richard Rogers y todos gestionan su estudio con criterios empresariales sin que eso suponga conspirar arquitectónicamente.

Antonio Lamela fue de los arquitectos que más obra hizo en los años sesenta. Era racionalista y admirador de Le Corbusier y lo reflejó en sus edificios. Eran tiempos de desarrollismo donde había escasez de vivienda y primaba la cantidad sin normas, ni regulación urbanística. Recuerdo un día a última hora de la tarde que me dijo que ahora cuando paseaba por muchos sitios de la costa y veía algunas de sus obras se arrepentía de haber construido en altura sin tener en cuenta el paisaje y el impacto ambiental.

Aprendí mucho de Antonio Lamela, pero sobre todo su perseverancia

Seguramente por eso Antonio Lamela fue una de las personas con mayor conciencia ambiental que yo he conocido. Cofundador del capítulo del Club de Roma en España, empezó a investigar el cambio climático y desarrolló su propia teoría -el Geocosmoismo-, donde contaba cosas que hoy por fortuna están recogidas en los objetivos del milenio. Estaba obsesionado con el agua y su gestión eficiente, décadas antes que el World Economic Forum lo incluya como uno de los principales retos de la humanidad en el siglo XXI.

Aprendí mucho de Antonio Lamela, pero sobre todo su perseverancia. Si algo se le metía en la cabeza era inasequible al desaliento hasta que lo conseguía. Tiene muchos proyectos, pero el siempre hablaba de las Torres de Colón. La creatividad del arquitecto está condicionada por la normativa urbanística. El ayuntamiento decidió que en esa parcela se construyera una torre “de marcada verticalidad”. Pero la parcela era muy estrecha y si se hacía una sola torre, no había hueco para hacer garaje, lo cual hacía inviable el proyecto para el promotor.

Antonio Lamela consiguió con argumentos técnicos cambiar la normativa

Antonio comenzó su Odisea y luchó contra los elementos para conseguir hacer su proyecto. Primero convencer al ayuntamiento con argumentos técnicos de que era necesario construir dos torres. Y luego innovó una técnica de arquitectura colgada. Construyó con una estructura mínima de hormigón para hacer el hueco de los ascensores. Pero el edificio estaba colgado del techo por cables de acero que sujetaban cada planta. Un prodigio de la ingeniería desarrollado por un arquitecto español universal.

Mi edificio preferido de Antonio es O’Donnell 33, donde tenía su propia vivienda y su primer estudio. Hoy el edificio está en el centro de Madrid junto al Retiro, pero cuando lo construyó en 1956 eran las afueras de la ciudad. La normativa no lo dejaba hacer un aparcamiento subterráneo, ni terraza con piscina en la azotea del edificio. España tenía en aquellos momentos un 60% menos de renta por habitante que Alemania o Francia, la misma distancia que hoy tiene Bulgaria. Antonio Lamela consiguió con argumentos técnicos cambiar la normativa y su edificio 60 años después sigue siendo actual.

Antonio tenía mucha personalidad y la convivencia con él no era sencilla. Pero además de un gran arquitecto, un intelectual y un humanista era un hombre bueno, en el sentido machadiano. Siempre tenía un criterio particular de las cosas, como todos los genios. Pero siempre pensaba en hacer el bien a la sociedad y a este pequeño planeta Tierra, incluso cuando se equivocaba. Fue otras de las lecciones que aprendí de Antonio.

Has vivido 90 años, pero tu obra será eterna. Yo te estoy muy agradecido por todo lo que me enseñaste y siempre recordaré aquellos maravillosos cuatro años pasé en el Estudio Lamela. Gracias Antonio y descansa en paz, te lo has ganado.

 

antonio lamela