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El futuro del periodismo

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Fuente foto: EFE
Fuente foto: EFE

Esta pasada semana hemos conocido un nuevo ERE en El Mundo y su grupo. Hoy sábado he leído la columna de mi amiga y admirada Lucía Méndez “La Dignidad de mi Gente” y me ha emocionado. Con la honestidad que la caracteriza nos ha mostrado su impotencia, su frustración y la incertidumbre del futuro que le espera al periodismo.

Le he mandado un mensaje privado, pero he decidido hacer públicas mis reflexiones al tratarse de los medios, un pilar de nuestra democracia. Hablaré de El Mundo pero el análisis es idéntico para El País, ABC, La Razón y el resto de diarios impresos. Vale también para New York Times, The Guardian, La Nación, Reforma, O Globo, etcétera.

La burbuja de crédito desde 2002 a 2007 fue global e infló artificialmente los precios de las acciones y los ingresos de los medios y los salarios de los periodistas. En el caso español, la burbuja se canalizó principalmente a la vivienda y llegó a los medios de comunicación. Este economista observador es adicto a la información desde joven y los domingos me compraba varios periódicos. Recuerdo especialmente el suplemente de Su Vivienda de El Mundo que llevaban páginas y páginas de anuncios de viviendas por las que el periódico cobraba un dineral.

De repente, la burbuja pinchó y cuando baja el nivel de las aguas se ve quien estaba desnudo. Pedro J. ha reconocido que tiene una excelente relación con Zapatero. Pero su medio, igual que el resto, culpó al ex presidente socialista de todos los males de la crisis que asolaba a nuestra querida España.

Este economista observador ha sido crítico con los errores de Zapatero, que los cometió como todos los gobernantes de todos los países de toda la historia de la humanidad. Únicamente no comenten errores los que nunca han tomado ninguna decisión. Pero siempre me ha parecido una gran injusticia y una indecencia intelectual culpar a Zapatero de la crisis. Cuando Zapatero llegó a la Moncloa en 2004 el precio de una vivienda era 7 veces el sueldo medio de un español, el doble que cuando Aznar llegó en 1996. La burbuja ya estaba montada.

Recuerdo un día visitando la nueva redacción de El Mundo que Pedro J criticó que Zapatero no había visto la crisis. Yo, delante de su equipo, le dije que él tampoco, ya que había pagado un disparate por la compra de Marca y Expansión, y había quebrado el periódico. Podéis imaginar su cara.

En plena crisis me sorprendieron las oficinas, el exceso de metros, el ejército de personas, los sueldos de sus directores y directivos, que parecían empresas del Ibex. La burbuja mediática había estallado y no se habían enterado. Recuerdo un día en el que un promotor durante la burbuja comió con este economista observador y quería pagarle 200.000 euros por trabajar media jornada siendo su director de estrategia.

En la comida me dijo que quería invertir en medios de comunicación. Me pareció un iluminado y no le volví a ver, pero le dije que yo no metería ni un euro en medios. El NYT había comprado Boston Globe y en un solo año las acciones habían perdido un 50% de su valor. Hoy Bezos de Amazon se ha comprado el Washington Post a precios de derribo por todas aquellas locuras.

A los medios les llegaba la amenaza de internet, un tsunami de magnitud desconocida desde la imprenta de Guttemberg. Con esas estructuras de deuda y de costes salariales, los medios tradicionales no pueden competir con los nuevos medios que nacen ya digitales. Pasó con las imprentas que compraron escaners que costaban 50 millones de pesetas y que, tres años después, HP sacó un escáner plano que costaba 10.000 pesetas. Todas aquellas imprentas quebraron. Los medios sobreendeudados no son la excepción que hace que se cumpla regla.

El problema es que cuando quiebra una imprenta, afecta a los trabajadores y a su entorno cercano. Cuando un medio de comunicación tiene problemas, la democracia y el equilibro social se ve alterado. Los países con mayor renta por habitante del mundo son democracias consolidadas y todos cuentan con prensa libre. Y como diría Einstein “Dios no juega a los dados con la naturaleza.”

Pero he intentado tranquilizar a Lucía. Ella usa el ejemplo de un libro que cuenta la deslocalización del textil italiano a China. El problema del periodismo es diferente. Cada vez se demanda más información y son periodistas los que la suministran. Y la información tiene que ser local. ¿Te imaginas una Lucía Méndez china contándonos los entresijos de los pactos de gobierno en España desde Pekín con seis horas de desfase horario? La imprenta multiplicó por miles de veces el número de lectores y los escritores pasaron de ser monjes a ser nobeles reputados multimillonarios como Vargas Llosa, que aparecen en la lista de Panamá. Pero ese modelo de negocio tardó tiempo en sedimentar.

Ahora pasa lo mismo. Cuando este economista observador quiere información de Argentina lee la Nación o Clarín, y también la de mi amigo Carlos Cue que es el corresponsal de El País en Buenos Aires. El problema es cómo se consigue que la información en internet tenga un precio suficiente para que los periodistas tengan un salario y unas condiciones laborales dignas. Este es la clave del debate. Internet nació sin leyes como el lejano oeste de EEUU, y ahora necesita gobierno y poner algo de orden dentro del caos. Obama está en esto y ha pedido ayuda a los grades del Sillicon Valley, que ya son un lobby con el mismo poder de influencia en Washington que Wall Street.

En España nos veremos beneficiados de ese cambio global, pero tenemos nuestra propia idiosincrasia. La destrucción de empleo en el sector de medios ha sido mayor que en el sector de la construcción, lo que indica que la burbuja era mucho peor. Si dejamos que el mercado actúe sin fricciones, como piden los ultraliberales, el salario se aproximará a cero. Eso es lo que está pasando con la reforma laboral del PP en 2012, que se cargó la negociación colectiva y dio poder de negociación a la empresa. Curiosamente, muchos periodistas y medios defienden esa reforma como clave para la recuperación y la salida de la crisis.

Por otro lado, si le das todo el poder de negociación a los sindicatos, como pide la extrema izquierda, los salarios superarán los ingresos, los medios quebrarán y todos perderemos, los periodistas y los ciudadanos que cada vez tendremos menos información y de peor calidad. Al final,, siempre la virtud está en el intermezzo aristotélico que representa la socialdemocracia.

Yo lucharé para que los periodistas tengan empleos y salarios dignos, pero ellos deben liderar ese proceso. La mayoría de los dueños de los medios son periodistas. Y no se puede ir a las tertulias o criticar en las editoriales la precariedad laboral y la deflación salarial, y luego a final de mes pagar una miseria a sus trabajadores.

¿Cuál es la salida? Pues la de siempre en la historia económica. Los medios necesitan empresarios hábiles que aumenten sus ingresos para poder crear más empleo y pagar mejores salarios. Para subir los precios en internet hay que luchar contra la percepción de la sociedad que reconoce valor a la información y la demanda, pero se niega a pagar un precio por ella. Es el mismo problema que la contaminación, el cambio climático y el cuidado del medio ambiente. Sin medios libres no hay democracia y la libertad tiene un precio.

Hay que luchar contra la piratería en internet, donde España es líder mundial. Los periodistas deben liderar esa lucha ya que esos hábitos acaban haciendo que sus salarios sean una basura. También hay que sentarse con los grandes anunciantes y plantarse. Si hay medios que aceptan precios que no cubren los costes de producción a salarios dignos, los economistas le llamamos dumping o competencia desleal, y está prohibido por el código de comercio. Si los periodistas quieren dignidad, deben olvidarse de que su única misión en la vida es dar información y que el dinero y sueldo los proporcionará Draghi con un helicóptero. Tras los medios impresos, la revolución está llegando a la tele -Netflix ya está en España- y a la radio. ¿Por qué España no tiene un Netflix global y gana cuota en otros mercados? Esto os garantizo no es culpa de Rajoy

Esta crítica la hace un economista observador que recibe sus ingresos fuera del mundo de los medios y que podría trabajar en Madrid, en Nueva York, en Hong Kong  o Ciudad de El Cabo. A mí me iba bien antes de la crisis, durante la crisis y me irá bien después de la crisis. De joven trabajé en una imprenta y cuando vi el primer escáner plano de HP tuve la intuición de que aquello no tenía futuro. Con mucho esfuerzo y enfrentándome a parte de mi entorno familiar, en una familia muy humilde con problemas para llegar a fin de mes, seguí estudiando, me fui a la universidad y me hice economista observador.

Pero hago esta crítica constructiva por qué estoy enamorado de nuestra querida España. Porque quiero lo mejor para mi país y quiero Dignidad para mi gente, también para los periodistas. Y porque soy consciente de que si no afrontamos este reto, nuestra democracia se irá marchitando. Estamos en el momento de mayor libertad y prosperidad, a pesar de la crisis, desde nuestra historia.

Luchemos todos por mejorarlo y vencer a esta maldita crisis. Sin medios no hay paraíso.